El devenir de la justicia

(De la conveniencia del más fuerte hasta la conveniencia de la mayoría: El permanente devenir de la justicia), por Fernando Javier Delgado Rivas

En uno de los diálogos de Platón, la República, el sofista Trasímaco afirmó que la justicia es simplemente lo que le conviene al más fuerte, razonamiento que Sócrates trató de desvirtuar, por otra noción de justicia más ideal o quizás no tan utilitaria o pragmática. 

Hoy nos sigue sonando mal pensar a la justicia como la que es impartida por el más fuerte. Implicaría una suerte de mundo pesimista en el que se impone la popularmente conocida “ley de la selva” ¿Pero podemos negar sin más la lógica que está detrás de esta aparentemente malévola forma de pensar?; y después de tanto tiempo ¿Hemos finalmente alcanzado una idea o concepto de justicia más o menos definitivo?

Lo metajurídico 

Cuando nos referimos a la justicia como ideal o valor, lo primero que se nos viene a la mente también es el derecho. Ha habido un debate interminable acerca de qué derecho debe aplicarse y cuál es el realmente “justo”. Esta pregunta fundamental devino en el también eterno debate entre derecho natural y derecho positivo.

De estas pugnas, han partido concepciones de derecho, cuyos fundamentos pretenden ser los únicos, verdaderos y permanentes, que en el fondo apuntan a fuentes “metajurídicas”, porque van en efecto más allá de la pura ley escrita e incluso de las constituciones, que son hoy la base del derecho positivizado.

No sólo se habla de un derecho de origen divino, sino también de bases sociológicas, filosóficas o hasta ideológicas (Marxismo). Pero ¿Cómo se puede afirmar como verdadera cada una de estas visiones de derecho y de justicia? O lo que es más difícil aún ¿Cómo imponer una visión determinada ante una colectividad, repleta de individuos o grupos de individuos cada uno con distintas religiones, moral, realidades o pensamientos particulares acerca de lo que es justo? ¿No queda entonces sino recurrir a la noción pragmática de Trasímaco de que el más fuerte será quien al final imponga su visión del derecho? 

No estamos de acuerdo con esa visión, porque pensamos que hoy el derecho puede surgir de la lucha por el poder y no del poder mismo, siempre y cuando nos encontremos en un contexto de democracia liberal. 

Ensayo y error

En la eterna búsqueda de lo “justo”, ha sido evidente que a lo largo de la historia lo que se consideró en un momento justo y “bueno”, posteriormente pasa a ser regulado de una forma totalmente distinta; o algo deja de ser prohibido y sancionable, y las consecuencias jurídicas de un mismo hecho resultan diametralmente opuestas.

Ejemplo de ello, es que, hasta hace poco menos de 200 años, el divorcio era una institución desconocida por el derecho civil, cuando hoy se aprecia como un derecho perfectamente entendible, justo para quien lo demande. ¿Cuántos no habrán pensado antes que lo único verdaderamente justo era la protección del matrimonio y la familia? Pero la inevitable evolución de los contextos históricos, culturales y hasta urbanos, hacen repensar esas preconcepciones, o ensayos previos que a la postre terminan por demostrar una inconveniencia o de alguna manera un obstáculo. Es un ensayo y error permanente, aunque no científico. 

No parece que podamos alcanzar el derecho eternamente justo o natural. Pero ello no quiere decir que detrás del derecho positivizado y cambiante, no existan valores, principios y visiones políticas, intereses grupales y demás sentimientos que pujan por una visión particular que pueda inspirar a ese derecho. ¿Pero al final quienes imponen los cambios, los más fuertes, los que acceden a la iluminación del derecho natural o que emana de la sociedad ¿O es que todo deviene de un consenso que demuestra ser útil para las personas?

Lo menos malo o el mayor consenso posible

Toda norma jurídica va a terminar respondiendo a valores, creencias, pensamientos y sentimientos en general del ser humano, sobre todo porque como ya lo asomamos, lo que se entiende por conveniente ayer, hoy pasa a ser inconveniente y así, lo cual obviamente difiere de la teoría clásica del derecho natural. 

Pero, además, en un mismo tiempo habrá distintas visiones, sentimientos y valores sobre una misma conducta. No hay moral y éticas únicas; y aun ante todo eso, parece que a veces las sociedades se dan cuenta de que ciertas conductas son más provechosas que otras y que conviene promoverlas, al menos para una época determinada. Sobre ello, la Profesora María Luisa Tosta llega a la conclusión de que el derecho “(…) no es, pues, ni ciencia, ni lógica, ni técnica; el Derecho, como dijo Aristóteles, es prudencia para vivir” (El Derecho como Prudencia, 2009). 

Dice Gustavo Zagrebelksy (El derecho dúctil Ley, derechos, justicia. 2011) que por esa razón las Constituciones actuales no pueden seguir pretendiendo predefinir por completo el sistema económico o político de un país, o menos aún imponer una sola ideología. 

El derecho realmente pasa a ser un conjunto de normas que surgen de los valores y sentimientos que cuenten con un mayor consenso en determinado tiempo. Pero el proceso de establecimiento de esas normas deviene de la constante lucha política que pueda desarrollarse en una democracia liberal, cuya premisa fundamental sea precisamente que no existe una única solución absoluta y eterna para todas las cuestiones de la vida. 

Así, por ejemplo, algunos nos movilizaremos por las ideas del liberalismo y de una economía de mercado que provea de oportunidades para que cada uno puede alcanzar su proyecto personal; mientras que otros bregarán por economías planificadas y centralizadas por la autoridad, con miras a lograr -algo utópico a nuestro parecer- cero desigualdades materiales entre las personas. 

De esa lucha y dependiendo de quien logre convencer más sobre lo que es útil para la sociedad, irá surgiendo una visión más o menos consensuada del derecho y esa será considerada en su tiempo la más “justa”, hasta que otras circunstancias fácticas, nuevas creencias y valores, hagan pensar lo contrario a la mayoría.

Sobre #Derecho, #DerechoLiteraturaCine y #Filosofía, podrás ver en el #Blog lo siguiente:

  • Diplomado sobre buena administración. Leer.
  • El devenir de la justicia. Leer.
  • Tres libros contra el colectivismo (II). Leer.
  • Cuatro historias distópicas. Leer.
  • Lucha contra la corrupción. Leer.
  • Anuario sobre Buena Administración. Leer.
  • Todos iguales – Harrison Bergeron. Leer.
  • Humor negro institucional. Leer.
  • Decidir y argumentar sobre derechos. Leer.
  • Nihilismo jurídico: ¿Y el derecho? Leer.
  • Revista de Derecho Público 171-172. Leer.
  • La genialidad de Escohotado. Leer.
  • Anuario AVEDA 2021. Leer.
  • ¿Capitán América o Capitán Libertad. Leer.
  • La lucidez de un nonagenario. Leer.
  • Tres libros contra el colectivismo. Leer.
  • Las secuelas jurídicas del COVID-19. Leer.
  • Conferencia sobre DAG. Leer.
  • Catar 2022: El mundial de la deshonra. Leer.
Fernando Javier Delgado Rivas nos explica cómo las tensiones ideológicas influyen en el derecho como institución y la noción de justicia

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Comments (

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  1. José Luis Urbaneja Orlando

    ¡Interesante artículo el que has posteado, Carlos! Sin duda la temática es de naturaleza filosófica. La idea de Trasímaco siempre me pareció cruel. Sin embargo, la justicia pura es y será siempre un fin inalcanzable. Al igual que la definición de la moral que, por su naturaleza subjetiva, es variable dependiendo de cada persona que se considere y de las circunstancias de las épocas que se analicen. Si bien el Derecho debe tender hacia lo justo y hacia lo moral, en realidad, al final, pareciera que es algo muy diferente. Recuerdo que fue una de las cosas que más me impresionó cuando comencé a estudiar leyes. ¡Saludos!

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