El artículo analiza el reciente incremento de los ingresos por aranceles en Estados Unidos bajo la administración Trump, destacando que, aunque el Tesoro ha registrado cifras récord, de 30.000 millones de dólares en agosto de 2025, este aumento no necesariamente representa un éxito económico ni un triunfo del proteccionismo. El texto examina la verdadera magnitud de los ingresos, quién asume su costo real y qué relevancia tienen en el panorama fiscal general, cuestionando la idea de que los aranceles constituyen una solución efectiva a los desequilibrios financieros del país.Leer.
Al respecto, destacamos 5 aspectos
- Crecimiento aparente de los ingresos:
El alza de los ingresos arancelarios se ha interpretado como prueba del éxito de la política proteccionista, pero el artículo advierte que las cifras son engañosas. Factores como el efecto dinámico en la economía y la compensación fiscal reducen significativamente los ingresos reales. - Efecto económico negativo:
Los aranceles tienden a frenar el crecimiento económico. Estudios como los de la Tax Foundation y el Yale Budget Lab muestran que los ingresos proyectados deben reducirse entre un 20 % y un 33 % al considerar los efectos económicos adversos sobre empresas, trabajadores y consumidores. - Compensación de ingresos fiscales:
Los aranceles reducen la base impositiva de otros tributos, como los impuestos sobre la renta y las nóminas. Se calcula que esta “compensación del impuesto especial” puede restar hasta un 25 % de los ingresos brutos por aranceles, incluso sin que la economía se contraiga. - Carga sobre los estadounidenses:
Aunque los aranceles se presentan como un impuesto a países extranjeros, la mayor parte del costo la asumen las empresas y consumidores estadounidenses. Estudios y estimaciones actuales indican que entre el 75 % y el 86 % de la carga económica recae dentro del país, elevando precios y reduciendo márgenes de beneficio internos. - Impacto limitado en las finanzas públicas:
Pese al aumento reciente, los ingresos por aranceles representan una fracción mínima del total federal. Con un déficit que supera los 1,6 billones de dólares, incluso los escenarios más optimistas estiman que los aranceles apenas cubrirían una décima parte del déficit anual, sin modificar sustancialmente la situación fiscal del país.
Las cifras expuestas muestran que gravar el comercio no genera prosperidad duradera ni fortalece la independencia económica. Cuando el Estado se apropia de recursos a través de mecanismos que distorsionan los precios y las decisiones individuales, los efectos se multiplican: menos inversión, menor competitividad y un poder adquisitivo erosionado. La prosperidad no surge del cierre ni de la penalización del intercambio, sino de permitir que el trabajo y el capital fluyan libremente, sin barreras que pretendan “proteger” lo que solo puede sostenerse mediante la productividad y la innovación.

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