Ser empresario ya no trata solamente de buscar la máxima eficiencia y generación de dividendos para los accionistas, pues como destaca The Economist en un artículo sobre los nuevos retos empresariales, mediante el cual se expone la complejidad que enfrentan las empresas en un mundo cada vez más peligroso y desordenado, donde los gobiernos ejercen una creciente influencia en el comportamiento corporativo. Leer.

En este nuevo escenario, el mundo ha experimentado una serie de cambios políticos y económicos que afectan a las empresas y sus líderes. Las tensiones entre China y Estados Unidos han llevado a la imposición de sanciones a empresas de diversos sectores, como fabricantes de chips y aplicaciones tecnológicas. Incluso empresas multinacionales que operaban en mercados aparentemente alejados de las disputas geopolíticas se han visto afectadas. La incertidumbre sobre las políticas comerciales y las restricciones de inversión afectan a empresas privadas y fondos de inversión.

Algunos líderes han sido fuertemente criticados por adversarios de cualquier posición que tomen respecto a temas y problemas “sociales” priorizados por la agenda política, lo que muestra cómo las posturas empresariales pueden convertirse en el centro de críticas en un mundo altamente polarizado y tribal, lo que puede afectar profundamente a la empresa en los mercados nacionales y globales.

Ante este panorama, los líderes empresariales se enfrentan a una disyuntiva: cómo equilibrar los intereses de sus empresas y accionistas con las expectativas y demandas de la sociedad y los gobiernos. Algunas empresas optan por convertirse en “campeones nacionales” y envolverse en la bandera de su país para ganar apoyo y favores gubernamentales. Sin embargo, esta estrategia puede tener implicaciones en sus operaciones internacionales y relaciones con otros países, de manera que deben considerar cuidadosamente su enfoque y cómo sus decisiones políticas y geopolíticas afectarán el valor a largo plazo para sus accionistas.

Por otro lado, algunas empresas eligen mantener un perfil bajo y evitar la confrontación política, especialmente en países con un control gubernamental más estricto. Esta táctica puede proteger sus intereses comerciales a corto plazo, pero también puede ser percibida como una falta de compromiso con los valores y “problemas sociales” que se trasladan desde el espacio global y los gobiernos hacia la iniciativa privada.

Destaco los siguientes cinco puntos que evidencian que la actividad económica empresarial parece haber sido secuestrada por el dirigismo estatal que dificulta extremadamente la autonomía como núcleo esencial de la libertad de empresa:

1. Los gobiernos están ejerciendo una influencia creciente en el comportamiento corporativo, lo que presenta un desafío para las empresas que deben equilibrar sus operaciones y decisiones con las políticas y regulaciones gubernamentales en constante cambio.
2. Las disputas y tensiones entre países, como las que se observan entre China y Estados Unidos, están llevando a la imposición de sanciones a empresas multinacionales, lo que afecta su capacidad para operar en mercados globales. 
3. Los líderes empresariales deben ser contorsionistas en la toma de decisiones, equilibrando los intereses de sus empresas, accionistas, empleados y la sociedad en un entorno global incierto y volátil. 
4. El posicionamiento sobre temas sociales genera conflictos que repercuten en las ganancias, independientemente de la calidad del servicio o bien, todo ello por la extrema polarización política diaria (tribalismo) que genera controversia y divisiones , de manera que las empresas deben considerar también cómo sus decisiones políticas y geopolíticas afectarán a largo plazo el valor para sus accionistas y la sociedad en general. 
5. Se incita acentuadamente en la adopción de principios de gobierno corporativo basados en la sostenibilidad y la responsabilidad social como mecanismo para equilibrar los intereses de la empresa con el bienestar de la sociedad en general.